«Algo se apodera de ti. ¿De dónde viene? ¿Qué sentido tiene? / ¿Qué se afirma en esos momentos en que no somos dueños de nosotros mismos? / ¿A qué estamos sujetos? ¿Qué es lo que nos ha atrapado?»
(Judith Butler, Violencia, duelo, política, 2006).
Parece absurdo, pero es como si la mayoría de nosotros nos hemos estado preparando para esta cuarentena. Acostumbrados a la incertidumbre, a la precariedad, al aislamiento. La soledad hecha rutina, la angustia como rasgo de la madrugada, la incapacidad de relacionarse como resultado del miedo, la negligencia, la violencia —la borradura—. Hemos experimentado la ausencia en todos sus matices: exclusión, descalificación, negación, asesinato simbólico…
Y, sin embargo, el silencio de ahora es distinto. El vacío de las calles al atardecer pesa como nunca y el tiempo se congela. Las noches van perdiendo sentido por no contar con una expectativa clara del día siguiente. No parece haber letras o imágenes —entre todas las letras e imágenes que se nos bombardean— para encontrarnos. Comenzamos a darnos cuenta de que, después de todo, nunca quisimos o supimos estar solos; de que el aislamiento nunca fue intencional, sino la consecuencia de circunstancias externas, fuera de nuestro control; de que ya estábamos, desde antes, apestados. Ignorábamos que estábamos ya en confinamiento gracias a la administración de la conducta a la que estamos sujetos, cuyo cimiento es la desigualdad.
Continue reading →