Cada mes decido retomar esta columna y trabajar en ella con tiempo, y cada mes veo las horas y los días difuminarse ante mí dejándome sin espacio —el tiempo es siempre espacio— para sentarme a hilar algunas ideas, lo que también requiere hilvanar, deshilar y planchar: hay que procurar que al texto no se le noten las costuras. Las costuras pueden producir roces no deseados. Las palabras no significan sino hacen cosas.
Lecturas recientes me han llevado a producir espacios y tiempos y a explorar relaciones inesperadas, a realizar viajes dentro de viajes; aunque esta imagen puede caer ya en lugar común. Los viajes en cuestión, no obstante, son siempre materiales. La multiplicidad de encuentros que es capaz de activar un libro van más allá de lo que la imaginación o descripción de quien escribe genera en quien lee. De allí que sea posible realizar recorridos sin necesidad de héroes, conquistas, descubrimientos ni botines y también sin linealidad, memoria ni representación.
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