Son cinco meses los que llevamos ya de encierro. El tiempo ha ido adquiriendo otro sabor, otros olores, otros sonidos. Para quienes este encierro es también un privilegio, este espacio ha traído diversas lecciones. Quizá hemos aprendido a atender los mensajes del silencio, a concebir la creatividad como un acto cotidiano, a averiguar que es posible emprender excursiones, trazar mapas, resignificar lo que nos era familiar.
El aislamiento puede ser también el lugar donde descubrirnos más vinculados e implicados de lo que pensábamos. María Zambrano dice que «escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que solo brota desde un aislamiento efectivo, pero […] comunicable, en que precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta, se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas». La posibilidad de la comunicación es ya la interrupción del aislamiento, del confinamiento. De igual manera, la documentación de lo que vemos y experimentamos implica que exista la mirada del otro y su rostro como instrumento expresivo. Ese rostro es un cuerpo en relación con mi cuerpo, que piensa y escribe esto. Esta escritura solitaria es, entonces, el ejercicio colectivo de un registro, el registro de un tiempo particular que nos atraviesa, si bien no todos lo experimentamos igual.
Continue reading →