La película Lazzaro feliz (Alice Rohrwacher, 2018) narra la historia de un grupo de campesinos que, víctimas de un gran engaño, permanecen capturados en un sistema feudal que les mantiene ligados a la tierra de manera forzada, así como al orden patriarcal que por generaciones ha obligado a las adolescentes a tener hijes y a les niñes a integrarse desde temprano, sin acceso a la educación, al trabajo. Entre ellos se encuentra Lazzaro, un adolescente servicial y bondadoso caracterizado por una ingenuidad afirmativa.
Acostumbrado a trabajar y a responder casi maquinalmente a los requerimientos del cultivo y la preparación de las hojas de tabaco -encontrando en placeres diminutos oportunidades para el escape: una taza de café, una siesta dentro de una pequeña caverna en la cima de la montaña-, la muerte de Lazzaro se convierte en una extension de aquellos hábitos relacionales, del ritmo cotidiano que combinaba el esfuerzo físico con una conexión intensa con el territorio y todo lo que lo des/compone. Como el lobo que le da la muerte y la vida, Lazzaro feliz se mueve entre los riscos con confianza y seguridad. La familiaridad con el entorno posibilita la exploración inventiva que resulta en una gradual desfamiliarización: la capacidad de salirse de la norma, de instaurar espacio-tiempos afuera del sistema, desde sus entrañas. Una micropolítica transformadora. Su ingenuidad no tiene que ver con la mera ignorancia sino con otras formas de saber que exceden a la autoridad y por ende la razón.
Continue reading →


















