Hubiéramos querido despertar un día, en medio de la pandemia y enredades en aquellos aparentes silencios del confinamiento –la manera en que, en su cacofonía, re/producía exclusiones–, y notarnos capaces83 de re-tornar de manera responsable, de prestar atención. Re-memorar como práctica de con-memorar y como ejercicio de repetir, revivir, retomar y recuperar (Haraway, Seguir). Hubiéramos querido poder pasar de una ética del cuidado a una de la implicación para saber responder. Acaso la enacción ya en marcha desde la experiencias de la pandemia y sus entrelazamientos habría hecho posibles prácticas de enseñanza-aprendizaje capaces de interrumpir, desde la cotidianidad, la manera como nos relacionábamos, afectábamos y participábamos de la materialización de la realidad. Habríamos podido adentrarnos en experiencias que no tuvieran que ver con un sujeto individual –donde pensar(nos) como individuos resultara inconcebible– sino con la afectación entre espaciotiempos y materialidades, ahí, donde se produce la agencia. Hubiésemos aspirado así a propiciar co-re/generaciones participativas entre humanos y más que humanos, relacionamientos y devenires interrumpiendo capaces de interrumpir los efectos de subjetivación, la racialización, la sexualización y la naturalización; difuminando los dualismos. Acaso nos habríamos hecho unes a otres capaces en colectividades (formas diversas, fluidas y cambiantes de hacer comunes) in/com/posibles84: en una contradicción afirmativa (Deleuze, Diferencia y repetición). Re/generando diferencias, expresiones sobre pretensiones.
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