LAS POTENCIAS RE/GENERATIVAS DE MARCO CHIVALÁN

La muerte impone una demanda. Establece una invitación que nos compromete a hacernos cargo, a atender al llamado y responsabilizarnos (encontrar maneras de responder sin clausurar las preguntas). En un inicio, acaso, experimentamos el deseo de volver en el tiempo pues asociamos la atención con la vida, entendida como una cadena de sucesos inevitables –causa y efecto–. Pero este no es más que un entendimiento inadecuado. La demanda a quienes quedamos (y cabría preguntarse ¿dónde y cómo nos quedamos?, ¿qué nociones de espaciotemporalidad materializa este sentido del quedarse?) aparece de golpe, en muchos casos acompañada de dolor y de estupefacción. Caemos en la trampa de trazar una frontera entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos cuando la solicitud –y la respuesta– tiene que ver con la difuminación de todo tipo de borde: nos llama a desbordarnos y desbordar también la noción lineal del tiempo, los relacionamientos empobrecidos por la manera como este sentido se materializa.

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CONEXIONES Y POTENCIAS

Han pasado dos años de pandemia. Las noticias o comentarios publicados antes de la llegada del COVID-19 parecen pertenecer a otro mundo, la percepción de la realidad allí plasmada ya no existe, se transformó de manera abrupta. Lo que se daba por sentado acerca de muchas cosas se disolvió en poco tiempo mientras otras dinámicas, quizás antes inimaginables se hicieron parte de nuestras vidas. Perdimos, quizás sobre todo, nuestras certezas, la seguridad que conservábamos, les habitantes del siglo XXI e hijes de la modernidad occidental, de que el paso de los días tenía cierto ritmo, cierta linealidad.

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ABRAZAR EL PROBLEMA

Ya va siendo hora de cambiar de metáforas«.

Donna Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres.


Vivimos tiempos difíciles. No hay duda que los cambios son cada vez más abruptos, que estamos siendo testigos de diversos finales. Esta es una época que puede nombrarse de muchas maneras pero cuyas características son aparentemente sencillas de identificar. Es el tiempo de la Cuarta Era Industrial y de la Sexta Gran Extinción, en el que el avance de la economía del conocimiento profundiza y perpetúa patrones de discriminación y exclusión[1].

En los últimos años se han debatido desde la ciencia y la filosofía conceptos como Antropoceno o Capitaloceno para marcar el inicio de una nueva época geológica, que habría comenzado a dar fin al holoceno hace 200 años y a evidenciarse claramente hace sesenta. Los cambios que la tierra ha experimentado en este período han sido causados por los seres humanos (de ahí el concepto Antropoceno). La propuesta de Capitaloceno, sin embargo, resalta que esta época no fue moldeada por la mera existencia humana en la tierra –que tiene al menos 150,000 años– sino por un mito particular que guio el comportamiento humano y el desarrollo de su tecnología, que definió el nombre del “juego de la vida para todos y para todo”[2]. Más allá que el cambio climático, la abundancia de químicos tóxicos, la minería, la contaminación nuclear, el agotamiento de los recursos naturales y el daño a los ecosistemas, así como los genocidios de personas y otras criaturas, componen una serie de patrones relacionados que amenazan con un colapso mayor del sistema[3]. La devastación sólo es ignorada por cínicos o idiotas.

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