EL AMOR COMO LÓGICA DE CRÉDITO

I.

Al inicio de Dar (el) tiempo, Jacques Derrida hace referencia a una carta escrita por la amante más controversial de Luis XIV. En ella, Madame de Maintenon le expresa a una allegada el deseo de dedicar más tiempo a colaborar con el orfanato para niñas que fundó y la imposibilidad de hacerlo, ya que debe darle todo su tiempo al rey. Afirma que este lo absorbe todo, pero que aun así le queda un resto para dedicarle a su orfanato.

Esta es la paradoja, escribe el autor: «Aunque el rey le tome todo su tiempo, parece que le queda algo»1. No obstante, Madame de Maintenon podrá dedicarle todo su tiempo al orfanato hasta después de la muerte del rey. Derrida se pregunta: «¿Podríamos decir que la cuestión del resto, y del resto del tiempo dado, está secretamente vinculada con una muerte del rey?»2.

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LA CUESTIÓN DEL ARTE

«La musa inspira a los entusiastas; éstos comunican a otros su entusiasmo y se forma así una cadena de inspirados. No es mediante el arte sino por el entusiasmo y la inspiración como los buenos poetas épicos componen sus bellos poemas. Semejantes a los coribantes, que no danzan sino cuando están fuera de sí, los poetas no tienen la cabeza fría cuando componen sus hermosas odas, sino que desde el momento en que toman el tono de la armonía y el ritmo, entran en furor, y se ven arrastrados por un entusiasmo igual al de las bacantes que en sus movimientos y embriaguez sacan de los ríos leche y miel, y cesan de sacarlas en el momento en que vuelven en sí (….) El poeta es un ser alado, ligero y sagrado, incapaz de producir mientras el entusiasmo no lo arrastra y lo hace salir de sí mismo. Hasta el momento de la inspiración, todo hombre es impotente para hacer versos y pronunciar oráculos».[1]

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