DEL DOLOR A LA POTENCIA

En la parte IV de su Ética, Spinoza escribe que una persona libre y sabia se dedica a meditar sobre la vida, no sobre la muerte. Esta sabiduría tiene que ver, en el pensamiento del filósofo holandés, con el cultivo de una comprensión adecuada de nuestras relaciones (con y entre seres humanos, pero también con otras formas de existencia, que hoy incluyen a la tecnología) y la manera como nos afectan y las afectamos. Se trata de un conocimiento situado y encarnado, es decir, experiencial y material, siempre colaborativo y relacional.

De lo anterior se desprende en gran parte su propuesta política, un comunitarismo radical ligado a una fuerte crítica al despotismo, al autoritarismo y el fascismo (y la manera en que operan en nosotres). Spinoza entiende la política como parte de nuestras conexiones con otras formas de existencia y por ende sostenida por una ética afirmativa, donde nuestras capacidades de afectarnos se ven potenciadas junto a nuestras posibilidades de existir y tener una vida digna. Así, se aleja de las nociones de contrato social como las de otros pensadores occidentales modernos abrazando una democracia desde abajo o, en las palabras de Deleuze y Guattari, del pueblo que falta. El filósofo italiano Antonio Gramsci encontrará un gran influjo en esta idea. 

El materialismo de Spinoza se desarrolla sobre el hecho que todo lo que existe comparte una naturaleza común, todo es parte de la red compleja de dinámicas materiales que constituyen la realidad (una fuerza vitalista). Para Gramsci, darnos cuenta de que nuestras posibilidades no se restringen a las dinámicas sociales tiene que ver con pasar del ámbito de la necesidad al de la libertad. Esto supondría un ejercicio cotidiano de des-hegemonización. En una charla reciente, Marco Fonseca resaltaba que para el autor italiano la democracia desde abajo está ligada a la demanda básica de los cuerpos subalternizados (las minorías excluidas por el sistema): «quiero existir». Es una política, como la de Spinoza, enfocada en la vida real. En este sentido, estas propuestas encuentran un diálogo fructífero con el Buen Vivir de los pueblos de Guatemala que, como práctica de vida, entiende que somos parte de una existencia interconectada, de un continuo que se extiende a lo largo de todas las especies, donde, más que de una nación, se es parte de un territorio de cosmoconvivencia. De la misma manera, el pensamiento (siempre un pensar/vivir-con) de Spinoza no es algo que sucede en un plano trascendental sino  que se concibe ya como práctica inter-textual, una filosofía del afuera.

En el mundo actual, no una realidad homologada pero sí marcada en gran parte por un sistema que tiende a la homologación a través de la producción de emociones negativas, de desgaste, cansancio, desarraigo y escepticismo, la propuesta de una política afirmativa se hace no solo vigente sino urgente. La necropolítica busca limitar nuestras agencias y nuestras capacidades de actuar en el mundo, de transformarlo, mientras que las relaciones afirmativas aumentan la agencia política colectiva. Afirmar la vida en todas sus formas requiere no de una actitud positiva sino de re/generar dispositivos que hagan posibles relacionamientos potenciantes (humanos y más que humanos): afectarnos y afectar de vuelta de manera amplia y diversa para aumentar nuestras fuerzas y capacidades ligadas a la existencia plena, más y nuevas potencias. Participar de comunidades generativas y rehabilitantes que se oponen al egoísmo en todas sus formas, incluyendo al antropocentrismo o el excepcionalismo humano detrás de la crisis climática actual, y asumir renovados compromisos desde nuestras diferentes localizaciones –no somos uno ni las circunstancias nos afectan a todes por igual– para transformar el dolor y la pérdida en afirmación, fuerza vital. Las relaciones, sobre todo con formas de existencia distintas, nos plantean siempre el problema de vivir bien juntos, una cuestión política.

Este año nos ha dejado abundantes lecciones, múltiples experiencias a través de las cuales el sistema se ha ido ya desestabilizando, donde la coyuntura se ha vuelto, más bien, descoyuntura, disyunción, interrupción, desencaje… Desde el gozo y la alegría surgidos como efecto del encuentro entre los vecinos y las calles generalmente intransitables, la danza, el juego, el intercambio de comida, la generosidad entre desconocidos, los telares de cintura del Movimiento nacional de tejedoras siendo nutridos y la potencia que sigue cultivando el plantón de los pueblos mayas frente al Ministerio público después de dos meses, la graduación de Javier de León en el Mariscal Zavala…

Hace unos días el periodista palestino Motaz Azaiza publicó en sus redes, junto a una foto suya de pie sobre las ruinas de Gaza: «transformar el dolor en poder, ese es el secreto». El poder no es solo coerción, es, sobre todo, potencia. Esta acepción nos recuerda también el papel que la creatividad y la imaginación juegan en nuestra cotidianidad, en las palabras de Antonio Negri, en la construcción de una comunidad por venir.


Publicado en Plaza Pública, diciembre 2023.

Imagen: Prensa Comunitaria

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