CUERPO SIN ÓRGANOS

Dolor desgarrador. Puñalada. Cuerpo tullido, en otro ritmo. Un inmenso escalofrío que no parecía encontrar salida. Cuerpo sin órganos. Máquina célibe. Me pensaba ya rota, pero no sabía nada del dolor. Me imaginaba endurecida sin poder imaginar el dolor verdadero. “¿Quién prueba una verdad/ en mi dolor sin fondo?”

Atravesó este cuerpo, se abrió paso, lo invadió todo. El bisturí se hizo un machete despejando la maleza para poder avanzar. No sabía nada del dolor, a pesar de todos los dolores. Este dolor fue distinto. El cuerpo entero se estremeció, la cabeza se sintió estallar. Emití un grito pavoroso, un rugido que venía desde los pies. Y luego otro. Con cada movimiento del instrumento dentro del cuerpo, del cuerpo hecho instrumento, en el proceso de enredarse con este en una relación íntima. Las marcas y los efectos serán permanentes.

Este dolor fue distinto. Como nunca, en mis fantasías más extravagantes, podría haberlo imaginado. Estremecimiento, temblor que recorre cada poro. Aferrada a las barras metálicas y frías, inclinada hacia atrás. Devenir cuerpo sin órganos: sentirlo romperse. Atestiguar con todos los sentidos su rotura. Órganos extirpados, cancelados. Y luego el vacío con su polifonía… La inflamación y sus punzadas, producción de límites.

Devenir máquina célibe: desistir. Obturar las lógicas impuestas al cuerpo y a sus propósitos. Clausura. Interrupción permanente. Un ‘no’ definitivo al encauzamiento único del deseo, desde una camilla húmeda y mugrienta. Liberar potencias. Conectar, ensamblar, abrirse. Sin telos posible. Sin captura. Hacerse una nueva superficie de registro: desestratificar el cuerpo para experimentarlo. Deshacer el organismo. Posibilitar devenires, desorganizando los órganos. Gozo, afirmación, afecto sin afección.

Ayer descubrí el dolor en toda su intensidad —en la forma más cruenta de la ginecología— y algo, aparte de mi abdomen y mis órganos, se rompió para siempre. Hoy soy otras. La multiplicidad que estaba siendo se amplió para habitar mundos diversos y su virtualidad. Reconfiguraciones materiales ya siempre en proceso de producción.

La experimentación alcanzó límites extenuantes. Lo de ayer fue otra cosa. Ya no agrietamientos cotidianos. Ruptura. Inminencia radical, carnalidad que amplió de golpe todos los sentidos y todas las formas de sensibilidad. Resonancias productivas. “Todos los dolores te parecerán/ más bellos y radiantes”

Línea de fuga cercana a una línea de muerte que, todavía inmersa en el dolor, activa renovados flujos. Ni el sufrimiento o el cuerpo, como la vida misma, obturando mi posibilidad de generarla, volverán a ser lo mismo. Imposible reterritorialización. Nunca seré madre —ese poder coercitivo: nombrar, generizar, criar— y el dolor se hace potencia, engendra multitudes.

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