Regresar en el tiempo no es fácil. Es un ejercicio doloroso la mayoría de las veces. Otras veces es simplemente inútil. Con el paso del tiempo el pasado se fue haciendo más y más difuso, llegando a caber en la categoría del olvido. Aún así siempre quedan pistas –evidencia–, que tras un riguroso estudio, dan la posibilidad de reconstruir una historia. Las huellas de tu historia se encuentran principalmente en tu piel. Mapas trazados en las muñecas y los antebrazos, en los muslos, el abdomen y los pechos que, como sucede con los tatuajes, se volvieron parte de ti –en algún punto olvidaste que no venían contigo: que no habían sido parte de tu primer nacimiento–. Aún así, si te detienes a contemplar esos mapas puedes leer en ellos, en forma de narrativa y también en forma de imágenes, incluso con banda sonora, una colección de momentos que determinaron lo que sos hoy, por dentro. ¿Pero, qué sos?
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