AGOSTO

Conocí la casa de tus padres por tus descripciones. Tanto así que puedo recordarla como si tus recuerdos me hubieran sido transmitidos en la sangre. Puedo ver los muebles hechos por tu padre en los corredores, escuchar a los pericos, ver el trinchante del comedor con la cristalería amarillenta. En el patio hay un árbol de durazno, del que una vez te caíste, y una pila con agua helada.

Anoche te vi en un sueño y parecía que estabas aquí. Eras niña y eras anciana a la vez, tu risa era inocente y sabia, como en realidad fue. El tiempo se empecina en difuminar con sus garras la última vez que nos vimos: las tardes de lluvia mientras te peinaba y te ponía crema en las manos –tus manos pintadas por el sol– se mezclan y de pronto no parecen diferenciarse entre sí. Aparecen nuevas equivalencias. Los recuerdos se convierten en metáforas. Hay detalles que se escapan, hay palabras que se pierden o se transforman.

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SUICIDIO

Perdí la cuenta

La muerte resultaba atractiva

Era la salida de emergencia

Y la urgencia era indiscutible

Mi piel me pone en evidencia

No tenía por qué esconderlo

Atarme al mastil

Resistirme

Cerraba los ojos

El respiro que seguía era infinito

Profundo

El corazón se detenía

Por un momento

Y el abdomen ampliaba su talla

Dejando entrar

El universo

-Puede que haya muerto

uno de esos días-

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IDEAS

Tener ideas: desperdigarlas

Intentar decir las palabras precisas y no tenerlas

Ni cerca

Pensar en un idioma que no existe

Perderse

Las imágenes en la pantalla parecen ajenas

Pertenecen a un mundo inexistente

Las risas son mudas

Y el llanto

Pasar de la tragedia a la comedia en un segundo

Igualarlos

Secuencia de olvidos

Un autorretrato irreconocible

–falso encuadre–

Lo obvio

Lo más sencillo

Hostilidad

Franqueza

Corrí entre las obras como si me llovieran

Como si intentaran sacarme algo de adentro

y yo intentase escapar

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TRANSPORTE

Tengo 5 años

Estoy perdida en el parque

Es Semana Santa

la gente cubre por completo las calles

Me escurro entre piernas,

algodones de colores, chupetes color sangre

Huyo del barullo

Pero no sé a donde voy

Me imagino sola para siempre

parece absurdo

Y da miedo

Muerdo mi cadena dorada

las lágrimas se me escurren por el cuello

–Pero volar es posible a veces, y volando vuelvo a casa–

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THEOS

Una sombra detrás de las preguntas,

el marcador dentro de un libro en blanco,

el símbolo indescifrable en la ruina.

El eco en el corredor del fondo,

el polvo acumulado en las esquinas del patio.

El victimario y la víctima, el macho agresivo,

el manipulador.

Hambriento insaciable, pedófilo cobarde,

un anciano perdido en su propia demencia.

Renuncia, invasión, pérdida, oquedad.

La ignorancia en su máxima expresión,

el inepto.

Xenofobia, homofobia, horror vacui.

El poeta frustrado, el alcohólico abandonado en la acera.

Palabras monótonas en lenguas muertas.

Un fantasma.

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TARDE

Es tarde. Todo está tan cambiado. Leer textos del pasado me parece a ratos un reencuentro con una persona desconocida. Ideas que ya no estaban presentes vuelven y se escurren en los sueños, en el auto, en una pincelada. Los años son como un montón de papeles acumulados, abandonados a la intemperie. Mi piel se ha desgastado. Me masturbo frente al espejo pero me distrae la celulitis. Mi rostro se marca con nuevas líneas y poros abiertos como cráteres. Veo hacia atrás sin lamentarme, sin vergüenza, sin aquella sensación de querer salir corriendo. Las cicatrices en mis muñecas ya no representan nada y, finalmente, me tienen sin cuidado. El dolor parece una película vista hace años, conformada por escenas borrosas. La enfermedad dejó de ser una descripción de mí misma. La ansiedad no es más que parte de un eventual recordatorio, producto de la pérdida de vocabulario, de un cerebro dañado. El insomnio ya no duele, es creativo. He aprendido que hay preguntas que solo pueden plantearse en otros lenguajes. Las horas pasan sin reproches, la escritura vuelve ya no como reflejo de un interior quebrado sino de un deseo por abrirme, por ver más allá. Los años pasaron aún cuando parecía imposible superarlos. Es tarde y es hora de retomar.

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DEPRESIÓN

Pasá adelante, querida. Sabés que estás en casa. Esta será siempre tu casa. Estos huesos y esta piel tienen tus marcas, las huellas que dejaste todo el tiempo que me habitaste. Partiste un día y aún así siempre supe que nunca lograste desatarte. Se sentía tu olor, se oía el eco de tu carcajada… Esta es tu casa. No le hice cambios significativos, de modo que podés reconocerla sin problema. Pasá adelante, sé que no venís sola, nunca lo hiciste, vos siempre viajas acompañada y acompañada invadís mi cuerpo. Soy tu casa. La casa a la que te sumergís como en una piscina. Te aclimatás en segundos, adaptas tu respiración a mis profundidades. Te expandís, te disolvés, hacés de mí y de vos una mezcla homogénea. Tratás de engañarme. Tratás de hacerme pensar que no sos vos, que soy yo, que esto no es más que la misma yo, la de siempre, la que tiene miedo, la que se acurruca en el fondo y se araña las lágrimas. Pero yo te veo llegar. Se cuándo entrás. Esta es tu casa. Entrás y salís cuando te viene en gana, siempre lo has hecho. Nunca avisás, ni siquiera podés anunciar tu llegada con una llamada previa, no das tiempo para la mínima preparación. De igual manera, nunca decís cuánto tiempo planeas quedarte. Sos invasiva, insolente, imponente. Ponés tus reglas, contaminás el ambiente. No te importa no recoger tu desorden. Me mirás con desdén. Y qué puedo decirte: esta es tu casa.

INTERNET

Un búsqueda inmediata en internet. Una noche tras la pantalla. La madrugada es húmeda pero las imágenes la disimulan. El lenguaje es indefinible, indescifrable, ilegible. Hay un remolino en la pantalla, una mujer hablando, la imagen de una chica embarazada, una sonrisa que más parece máscara. Hay una carta cuyas palabras saben rancio y una foto cuya atmósfera resulta insoportable. La noche transcurre entre recuerdos y descubrimientos, entre necios repasos de palabras y movimiento de dedos sin sentido.

Buenos días, buenas noches; la calle de siempre, el vendedor de la esquina, las voces en el viento. Quisiera que estuvieras a mi lado y contarte una historia mientras manejo… Y vos dijiste: me vas a hacer pedazos otra vez. En el fondo lo sabía pero quería que estuvieras allí. El teléfono sigue sonando. El botón de silencio se activa de nuevo… No quiero escribir poemas. Buscaba ficción. Pero te sigo encontrando a vos. El perro insistente: con su nariz húmeda empuja mi mano y desliza su cabeza debajo de ella.

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FICTION – NON

Una llaga en la boca. Un tubo frío -o caliente- por nariz. Yo te estaba esperando en la cama -otra vez- y vos, otra vez, no llegarías. Había estado pintando, un bosquejo o dos. Nada importante, como siempre. Los colores estaban impregnados en mis uñas. Me había olvidado de cómo volar. Habías olvidado cómo sonreír, o cómo mostrar los dientes al menos. Los perros roncaban a los pies de la cama. La televisión lanzaba rayos de colores, cegadores, sobre mis ojos cansados ofuscándome. Sabía que te olvidarías de mí. Lo habías hecho tantas noches.

Nunca antes habíamos estado en Shanghai. Era un espacio tan ajeno, tan inmenso e indescifrable. Aquella noche también te habías olvidado. Tenía los pies fríos y las manos dormidas. La comida no me había sentado bien y la habitación era demasiado fría, con azulejo frío, de color frío. Volví a pensar en él. Y luego me dio tristeza pensarte a vos, solo y patético en las calles, buscando tus cigarrillos. Por la ventana se colaban luces celestes intermitentes. Algún anuncio de luz neón le daba vida al pavimento y competía con un sol prematuro.

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