La muerte impone una demanda. Establece una invitación que nos compromete a hacernos cargo, a atender al llamado y responsabilizarnos (encontrar maneras de responder sin clausurar las preguntas). En un inicio, acaso, experimentamos el deseo de volver en el tiempo pues asociamos la atención con la vida, entendida como una cadena de sucesos inevitables –causa y efecto–. Pero este no es más que un entendimiento inadecuado. La demanda a quienes quedamos (y cabría preguntarse ¿dónde y cómo nos quedamos?, ¿qué nociones de espaciotemporalidad materializa este sentido del quedarse?) aparece de golpe, en muchos casos acompañada de dolor y de estupefacción. Caemos en la trampa de trazar una frontera entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos cuando la solicitud –y la respuesta– tiene que ver con la difuminación de todo tipo de borde: nos llama a desbordarnos y desbordar también la noción lineal del tiempo, los relacionamientos empobrecidos por la manera como este sentido se materializa.
Marco llama y sigue llamando con insistencia, pero no quiere obligarnos a nada, ni necesita de ningún cuidado que limite sus potencias –incluso cuando su experimentación siga siendo arriesgada–. La atención que parece solicitar no está ya tampoco en un nosotres, ni en su ausencia. De hecho, nada ni nadie se ausenta o desaparece, se trata de cambios de modos de existencia, lo que requiere de la experimentación para re/generar también otros modos de relación, de hacernos disponibles, notando lo que sucede entre. Acercarnos, en las palabras de Karen Barad, “a escuchar el silencio hablar, el silencio parlante de los fantasmas” (2019, 540). Confiar, retirar la voluntad o su pretensión. Responsabilizarse no tiene que ver con una conciencia ni una toma individual de decisión; se trata de una herencia ya inesquivable, ni elegida, ni evitable. Aprendemos a contar diferentemente a través de la fabulación especulativa (que Marco supo cultivar) y de la manera como hemos sido ya afectades por su potencia. Instauramos conexiones distintas, renovadas, las agencias se amplían.
La lectura de sus textos, la manera como nos seguimos afectando-con entre quienes le leemos y, en consecuencia, al participar de otras mundanizaciones es ya una forma de responsabilidad, es decir, una práctica de justicia. Leer y escribir vacilando, como dice Vinciane Despret (2021) para hacer coexistir, participar de “una toma de consistencia repentina e imprevisible del mundo en un punto que nos vuelve sensibles a otras conexiones” (129). Ahí donde se desestabiliza la contemporaneidad, incluso la de si, cualquier coincidencia total que sostendría identificaciones claras. Disyunciones anacrónicas, tartamudeos y tropiezos. Ni presencias, ni ausencias, ni futuros por-venir, ni vivos, ni muertos, ser o no ser, sino potencias haciendo desaparecer fronteras.
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Dice Paul Preciado que “hemos talado el bosque planetario, hemos construido con esos árboles un monumento dedicado a un dios inexistente —que no era sino el trasunto semiótico de los poderes sociales de sus constructores—. La catedral podría llamarse teocracia, capitalismo, patriarcado, reproducción nacional, orden económico mundial… Y ahora todo arde” (2022, 32). Pero Marco Chivalán sabe que no se trata de un nosotres neutral que deba hacerse imputable. El incendio es parte de un orden, del establecimiento de cortes, la materialización de la realidad cuyos procesos implican la producción de nociones particulares de lo humano y lo no humano. El uso de los cuerpos racializados, feminizados y naturalizados como prótesis del humanismo moderno y su modelo ideal: el hombre blanco heterosexual, ciudadano, hablante de un idioma oficial. Lo que ya en su texto Nodrizas e infantes a finales del siglo XVIII: biotanatopolítica de la lactancia (2015) identifica como
una práctica (y no solamente discursiva) de mejoramiento/ empeoramiento racial… Una taxonomía de cuerpos -muy propia de la zoología- en cuyos extremos fueron ubicados el cuerpo-blanco como marca semiótica de mejoramiento y el cuerpo-indio como empeoramiento del ideal de la blancura… Excesos a partir de la norma de lo que ha de contar como cuerpo “humano”… La intensificación de la blancura como ideal regulatorio…: la intensificación de una desigual experiencia de lo que contará como humano-viviente (173).
Se trata del reemplazo de continuos naturoculturales por arreglos sociotécnicos, de ejercicios de reducción de mundos heterogéneos. Se desplazan así mundos en los que las divisiones entre lo humano y lo no-humano no han existido, donde estas entidades, como onto y esencia, no se han nombrado de ese modo. Obturación de potencias como efecto de afecciones tristes –intoxicaciones, descomposiciones–. Desde la perspectiva de “cada conquistador sediento de oro y… cada misionero sediento de almas” (Anzaldúa, 1999, 45) el dominio y la anulación son necesarios para la expulsión de falsos pretendientes a la categoría de lo humano.
Marco nos recuerda, desde una indagación encarnada, situada y contingente, que no es suficiente “pensar en políticas de reconocimiento o en abordar el racismo como un discurso materializado en ciertas prácticas concretas sobre ciertos sujetos en la historia pasada y reciente de Guatemala” (2015, 172) y, al mismo tiempo, subraya la necesidad de “problematizar la noción de la raza no separada de otra bastante compleja como es la del sexo” (172). En este ensamblaje, como corte problemático en la materialización de la realidad, también se encuentra aquello colocado del lado de la naturaleza. La dimensión de zoe, la vida desnuda, es el vacío (el territorio conquistable) poblado por los cuerpos no humanos y los humanos inviables: la leche de las madres de jocotenango del siglo XVIII como “ficción somática, viva apropiable y expropiable” (2015), los cuerpos-neonatos-indios como entes residuales en la cadena de re/producción del “infante [criollo]-colonial [como] vampiro extractor” (2015, 191), la arquitectura de los burdeles que organizan y garantizan a la familia nuclear heteronormada en la naciente ciudad de Guatemala (Chivalán, 2019), los “ensamblajes humano-bacteriológicos para el desarrollo de las ciencias de la salud y de la vida sana y pura” (Chivalán, 2022), la materialidad de la escuela en cuyo interior un conseje abusa de las niñas (2024); indio-aún-no-humano: zoologizado (2019), indianimalia (2022). Condiciones de im/posibilidad resultantes de la investigación y el desarrollo tecnocientíficos: conquista, militarización, colonialismo. Esto incluye también a los documentos con los que Marco se enreda en los archivos, sus fibras, la tinta y las huellas que los siguen marcando, así como a las pantallas a través de las cuales el equipo de AVANCSO conversó con docentes escolares. Multiplicidad de historias entrelazadas de explotación y extractivismo; masacre, extinción masiva. Doble muerte, como dice Haraway (2019): posibilidades de re/generación encogiéndose.
El análisis crítico creativo que Marco va hilando a través de sus artículos publicados en los Textos para el Debate de AVANCSO es contundente pero nunca obturante. Su trabajo se cuida de no caer presa de las trampas de la necropolítica que busca descomponer. No se trata, así, de una crítica negativa o revictimizante cual museo de aparatos de tortura que deje, como suele suceder en otros casos, dicho sistema intacto por la afectación triste de sus espectadores –la obturación de sus potencias de actuar–. Marco nos muestra, una y otra vez, que el vacío, ese espaciotiempo de anulación, está sobrepoblado, que polifonías rebosantes saturan su silencio. Que las relaciones están re/elaborándose, impidiendo separaciones, rupturas, fabricaciones ficcionales de oposiciones dentro/fuera, centro/periferia, ego/alteridad… Nos recuerda, a través de especulaciones y relatos, como metodología de investigación, que la división entre naturaleza y cultura (como expresión por excelencia de la humanidad) efectúa destrucciones de mundos, co-produce dolor, vulnerabilidad, experiencias de inadecuación, cuerpos inapropiados/bles (Haraway, 1999), pero también descontento, des-identificación, interrupción, líneas de fuga: un “ensamblaje de historias comunes y diferenciadas”. Subraya, con Úrsula LeGuin que “las historias importan para la regeneración de heridas ocasionadas por el patriarcado blanco, capitalista y antropocéntrico” (Chivalán, 2024, 29).
En el artículo Prostitución como “mal necesario” a finales del siglo XIX en la Ciudad de Guatemala: sexopolítica, pornotopía y supremacía masculina (2019), Marco indaga sobre el género como “tecnología que produce la realidad que se pretende describir” (4) y la implicación de aparatos reglamentarios en la producción de una biopolítica de la salud y de la degeneración a través de la prostitución. Estos aparatos, nos muestra, están orientados a la preservación del cuerpo masculino (la blanquitud del cuerpo normativo), pero también de la “manufactura de los deseos, el género, la raza… el dispositivo de la sexualidad y el de la familia” (8). La administración de los prostíbulos –como pornotopías– constituyen una frontera corporal y espacial… erigida a través de la clase, de la virtuosidad y del vicio, del bien y del mal” (10). Así, la producción de la subjetividad de la prostituta está ligada a la construcción de saberes y deberes acerca de lo que significa ser humanos, lo que requiere de filtros políticos, jurídicos, policiales, pedagógicos, eugenistas y bioéticos, de la constitución de cuerpos particulares como objeto de conocimiento, terapia, prótesis o, en este caso particular, de profilaxis. De la misma manera, el artículo Gestión de cuerpos “anómalos” en la maquinaria de experimentación humana en Guatemala (1946 – 1948), Marco parte de la pregunta:
¿Qué es lo que cuenta como humano en esta escena biomédica etnoespecíficamente localizada? Los cuerpos de la prostituta, el enfermo mental, el preso, el soldado y el niño fueron vehiculizados como cuerpos anómalos; convocados en lasarquitecturas de la salud y de la degeneración para las operaciones de la reparación y el aumento de las condiciones materiales de la existencia de los, así llamados, cuerpos soberanos. Es decir, aquellos cuerpos que se autodelegan el derecho de vivir y morir dignamente (2022, 80).
La inoculación de sífilis, gonorrea y chancroide realizada por el gobierno de los EEUU en los años 40 requirió de la gest(ac)ión de cuerpos considerados inviables, es decir su deshumanización, parte de una práctica colonial-patriarcal-capitalista de cuerpos “bio-despojables… reducidos a cuerpos-recursos” (Chivalán, 2022, 87), cuerpos hechos territorios para la apropiación, vaciamiento de topografías, tierra arrasada, exterminio de multiplicidades en devenir. Corporalidades capturadas por una axiomática, instauración de un régimen de sobrecodificación, “significantes despóticos de la identidad” (Preciado, 2022, 536), re/producción de bestialidades, animalidad, anormalidad, negación de lo anomal (posicionamiento sin territorialización posible para Deleuze y Guattari (2015)) “para el beneficio de la humanidad” (Chivalán, 2022, 87). Política como potestas, organización de relaciones entre cuerpos que descomponen, disminución las capacidades de afectación y de agenciamiento; dinámica de fronterización.
La negación ontológica, lo no-humano, los cuerpos sexualizados, naturalizados y racializados, constituyen la diferencia que solidifica lo humano, modelo por excelencia de la misión civilizatoria en su ensamblaje colonialista, capitalista y patriarcal: el hombre blanco heterosexual, ciudadano, con propiedad privada y padre de familia poseedor de capital gracias a la explotación de minerales y combustibles fósiles. Preciado (2022) se refiere en este sentido a un sistema petrosexorracial, un necrohumanismo que transforma toda forma de vida en “capital muerto, trabajo reproductivo y placer muerto” (533).
No obstante, a Marco le interesa notar lo que sucede en los bordes, entre los pliegues de las ruinas del capitalismo. Desde la figuración de indianimalia, la conjunción entre indianidad y animalidad como “horizonte ético-político” (89), recuerda, con Haraway, que nunca fuimos humanos y que esto puede abrir, más bien, “la posibilidad de una insubordinación a la norma humana imaginando proyectos de vida indianimales para la consecución de alianzas afecto-políticas, parentescos interespecies y corpodisidentes que erosione al humanismo cristiano… Una alianza indianimal para carcomenr las estrategias filantrópicas naturalizadas y naturalizantes” (92).
El libro Tecnologías necropolíticas en Guatemala: Racismo, machismo y extractivismo (2024), coescrito con Lucía Bonilla y Jorge Eduardo Matías, constituye un ejercicio de afectarse-con a través de una serie de estrategias metodológicas para “rastrear las huellas de la necropolítica extractivista en cuerpos racializados y feminizados” (2) en el sistema educativo, específicamente en escuelas de Jutiapa y Chiquimula. Y si bien no se plantea así en el texto, este también enactúa una exploración del papel que los cuerpos naturalizados han jugado en la subjetivación de aquellos, o, más bien, de la manera como la lógica petrosexorracial ha re/producido cortes materiales efectuando la división entre sujeto y objeto, su mera constitución como tales.
El efecto difractivo de esta indagación performativa nos muestra las maneras como las prácticas de instrucción y tutoría –asumidas por la lógica civilizatoria y humanizante del aparato educativo– despliegan espaciotemporalidades específicas. Naturalización, patologización de la homosexualidad y la transexualidad, ensamblaje entre el feminicidio, la violación, la racialización y la infantilización que hace del incesto y la pedofilia la base del Estado, a lo que se suman, tecnologías tecnopatriarcales y tecnocoloniales “a través de alianzas inéditas entre formas arcaicas de poder soberano masculinista y supremacista blanco con las nuevas tecnologías genéticas, bioquímicas, de la comunicación, cibernéticas y de la inteligencia artificial” (Preciado, 2022, 61). De este modo, la escuela es entendida como un aparato para el capacitismo, la criminalización y la patologización; la anulación de los trastornos del orden, es decir, de normalización. Como escribió Agamben: “Tal vez también los campos de concentración y de exterminio sean un experimento de este género, una tentativa extrema y monstruosa de decidir entre lo humano y lo no humano” (2002, 53). Capacidades de afectación truncadas, pospuestas o limitadas. Producir humanos requiere enactuar cortes agenciales desligantes. Los aparatos y los cuerpos se producen mutuamente “haciendo y rehaciendo límites (incluyendo aquellos entre… lo vivo y lo no vivo, lo visible y lo invisible, lo autónomo y lo independiente, el yo y el otro, así como implosiones y otras configuraciones de espacio y tiempo)” (Barad, 2007, 201). Fenómenos material-discursivos materializándose y adquiriendo importancia o sentido. Operaciones de un dispositivo de “tecnobiopoder” (Haraway, 1997, 12). La representación, la infantilización y la tutoría se co-producen en una dinámica material-semiótica colonialista que da paso a fenómenos como la servidumbre, la racialización del trabajo y la explotación como organización de mundos, capturas desde las que re/surgen relacionamientos problemáticos, pérdida de relaciones constitutivas, usos de la materia.
A lo largo de los textos en los que Marco deviene-autor, se plantean siempre cautelas y aperturas. A modo de recordatorios personales, se subrayan las trampas en las que la crítica puede caer y se busca establecer alianzas capaces de evitarlas. Así, anota:
Para mí, es importante pensar la noción de la raza, del sexo y de la “naturaleza” como ficciones que operan espantosa y violentamente en el relato colonial como es el caso, y no solamente, de Guatemala. La raza, el sexo y la naturaleza no tienen realidad empírica, son “ilusiones” que han conseguido inscribirse como “la realidad”. Pensar la noción de la raza y la del sexo como ficciones me permite des-ontologizar cualquier ilusión por la pureza, cualquier aproximación a vivificar viciadas esencias y cualquier forma de restaurar ruinosas guaridas de la “sagrada imagen de lo idéntico”. Pero también, me siento advertido comprometidamente a no re-naturalizar –a través de la práctica de desnaturalización– estas categorías considerándolas como categorías sociales y, en tal caso, otorgando un privilegio de verdad absoluta a lo social; como consecuencia tendré cuidado de reificar construccionismos sociales de cualquier tipo, como si encontrara finalmente tierra firme de la cual anclarme. Un camino delirante, riesgoso y peligroso, en todo caso (2015, 179)
Pero Marco nunca le temió a los riesgos y el peligro fue parte de la intensidad con que experimentó, en el modo de existencia en que le conocimos, el mundo. En esta última publicación, que acaso se percibe incompleta, plantea que es necesario “seguir escarbando saberes sobre lo que puede o no puede el cuerpo” (2024, 2) para “detectar ráfagas de luz de una posible ética-práctica, no antropocéntrica sino multiespecie” (4). A esto podríamos agregarle, transtemporal, multiespacial y para/con aquello que desborda lo que consideramos vivo.
Referencias
Anzaldía, Gloria. Borderlands, La frontera. Capitán Swing, 1999.
Barad, Karen. After the End of the World: Entangled Nuclear Colonialisms, Matters of Force, and the Material Force of Justice. Theory & Event Vol. 22, No. 3, 524–550 (C) Johns Hopkins University Press, 2019.
_____. Meeting the Universe Halfway: Quantum Physics and the Entanglement of Matter and Meaning. Durham: Duke University Press, 2007
Chivalán, Marco; Bonilla, Lucía y Matías, Jorge Eduardo. Tecnologías necropolíticas en Guatemala: Racismo, machismo y extractivismo. AVANCSO, 2024.
Chivalán, Marco. Gestión de cuerpos “anómalos” en la maquinaria de experimentación humana en Guatemala (1946 – 1948), en Hacerse de un cuerpo pa we Uwach Ulew u b’iam América Latina. AVANCSO, 2022.
_____. Prostitución como “mal necesario” a finales del siglo XIX en la Ciudad de Guatemala: sexopolítica, pornotopía y supremacía masculina, en Producción corporal, interfiriendo engranajes de violencia en Guatemala. AVANCSO, 2019.
_____. Nodrizas e infantes a finales del siglo XVIII: biotanatopolítica de la lactancia, en Sexo y raza, analíticas de la blancura, el deseo y la sexualidad en Guatemala. AVANCSO, 2015.
Despret, Vinciane. A la salud de los muertos: relatos de quienes quedan. Cactus, 2021.
Preciado, P. (2022). Dysphoria Mundi. Anagrama.
Haraway, Donna. Las promesas de los monstruos: Una política regeneradora para otros inapropiados/bles. Política y sociedad, 30, Madrid. Pp. 121 – 163. https://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO9999130121A. 1999.
_______. (2019). Seguir con el problema: Generar parentesco en el Chtuluceno. Consonni.
Texto preparado para la presentación del libro Tecnologías necropolíticas en Guatemala: Racismo, machismo y extractivismo. AVANCSO, 2024.
Mayo, 2024.
Imagen: bordados y libros de Marco, colocados por él en una mesa para un taller que impartió en agosto 2023.