ELLAS (56)

Cuando Juana ardía,

sus ojos se posaron fijamente en dirección del cielo,

la sangre le hervía y le hervía también la rabia

– cuerpo como campo de batalla –.

 

Juana se perdió en su propio laberinto,

con las manos atadas, fue vencida por el tiempo,

un tiempo que no supo reconocerla;

y en su negación se quedó estancado

pedagogía de crueldad –.

 

Cuando Juana ardía

el nudo de su garganta se iba aflojando.

El límite del silencio se abría paso,

el canto encarcelado de Alaíde

– valentía de vivir y de morir –.

 

Juana supo siempre de la sacralidad del fuego,

las llamas como liturgia resurrectora

la luz como fuerza generadora

– vida a pesar de la muerte –.

 

Quedaron las cenizas

y en el encierro, con un carbón,

Juana abrió una puerta, en forma de barquito.

56 niñas la ayudaron.

Escribieron sus nombres y los de sus abuelas

para escapar del olvido.

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