Desde que el hombre tuvo la capacidad de comunicarse, hizo uso de la imagen como la forma más eficiente para hacerlo. Las cuevas de Chauvet, por ejemplo, han dejado una evidencia única acerca de la vida de aquellos hombres rupestres y con el trascurso de los años el arte ha perseguido el ideal de comunicar, transmitir, tocar a la audiencia, sea cual sea, desde diferentes creencias, convicciones, ideales…
Así, la iglesia hizo uso de la imagen durante la Edad Media para llegar a las masas; a los iletrados, a los extranjeros, a los rebeldes, cubriendo de imágenes excelsas fachadas e interiores sin igual las catedrales góticas. El impacto de la imagen, en vitrales, en piedra, en pinturas o mosaicos tuvo su resultado. De la misma manera, el Renacimiento le dijo al hombre: “este eres tú, estas son tus capacidades, estos son nuestros valores” y más adelante las pinturas del clasicismo francés avisaban: “estamos hartos, debemos alcanzar la libertad, abajo la monarquía absoluta”. Y a esto le siguió una revolución, unas cuantas decapitaciones y la entrada del mundo moderno. A partir de ello surgen los nacionalismos y los movimientos artísticos que desde diferentes disciplinas se ocuparían de transmitir sus ideales. Y en medio de aquél barullo empezaron a establecerse nuevos estilos de vida, nuevas necesidades. En esa misma época el artista Toulouse Lautrec fue quizás el primero en dirigir su trabajo artístico a la publicidad, donde el texto complementa a la imagen, anunciando los famosos espectáculos del Moulin Rouge, de los que él mismo Lautrec era asiduo.
Con la entrada del siglo XX el papel del artista se hizo más importante a la hora de comunicar y persuadir a la gente. La revolución rusa –y más adelante la Unión Soviética– hizo buen uso del recurso, dando paso a las primeras formas de diseño gráfico e industrial: las pancartas propagandísticas y los ideales del socialismo materializados en proyectos como los de Vladimir Tatlin. De la misma manera, el muralismo mexicano como representación y publicidad de los ideales de la revolución y la exaltación de la clase obrera.
En 1919 la Bauhaus marcó el nacimiento y desarrollo del diseño, generando abundantes ideas a partir de la funcionalidad, que incluía objetos industriales, diseño de vestuario y escenográfico, arquitectura y diseño urbanístico. A su vez, en Holanda, el movimiento De Stijl y su principal representante Theo Van Doesburg establecía los 17 puntos de la arquitectura neoplástica y, a través de una serie de manifiestos, las bases del diseño.
En el mundo actual, el arte y el diseño se han terminado de desligar como dos formas de comunicación diferentes. El diseño responde a las “necesidades”, ideales y convicciones del mundo occidental, con la primacía del sistema capitalista. Aquélla que invita: “compra, consume, sé más feliz, alcanza el éxito, esto es lo que necesitas…”.
Por un lado el diseño gráfico al servicio de la publicidad y por otro el diseño industrial, que establece el nuevo estilo de vida a través de la adquisición de objetos que responden a cierta estética. Reafirmando la supremacía del dinero como el estilo de vida del siglo XXI.
Así, el diseño se ha convertido en una herramienta del consumismo, donde en muchos casos el enfoque central ha sido el de que los objetos sean entretenidos y deseables. Pero, ¿importantes? no necesariamente. En ese respecto resulta interesante plantearse, ¿qué pasa si en lugar de enfocarse sólo en el objeto el diseño se re-enfocara en la idea? El arte útil imaginado por los artistas de la Bauhaus se transformó en un arte muchas veces inútil al servicio de la estética, o cuya utilidad se ha centrado en el consumismo.
Empiezan ya a verse, sin embargo, iniciativas conscientes de su alcance y su poder comunicativo, y más conscientes, que comienzan a dar un paso desde el consumo hacia la participación. Pues lo lógico es que el diseño esté al servicio de la gente, enfocándose en sus necesidades. Esta perspectiva empieza a cambiar el estado de las cosas, a crear nuevas ideas e innovaciones que van más allá del mundo del mercado. A cierto punto resulta importante reconciliar a las empresas de diseño con las personas.
La capacidad humana de la creatividad y la innovación tiene el poder de resolver problemas e incluso cambiar el mundo. De ese mismo modo, la comunicación visual y su enorme alcance, como lo hizo a lo largo de la historia y hoy, más que nunca, por la facilidad del intercambio gracias a la tecnología y la globalización de los símbolos visuales. Y es que a través de la imagen y la forma todos hablamos el mismo idioma; o casi.
Uniendo a varios de los más influyentes diseñadores contemporáneos, la segunda edición del Festival Internacional de Diseño (FID), llevado a cabo recientemente en Costa Rica, constituyó un espacio de intercambio y de aprendizaje, tanto para los invitados como para el público. Entre sus invitados, el reconocido diseñador David Droga hizo referencia a la responsabilidad del diseño como generador de cambios y a la creatividad como una responsabilidad para resolver conflictos.
El FID, que atrajo a casi 2 mil personas de toda Latinoamérica, Estados Unidos, Canadá y Europa, fue creado con la visión de reunir a diseñadores contemporáneos de varias disciplinas por medio de conferencias, talleres y exhibiciones. En esta ocasión sus invitados abordaron el tema del diseño desde una amplia variedad de perspectivas.
Uno de los invitados más aclamados y festejados por el público fue el diseñador egipcio Karim Rashid (adolescentes frenéticas con pancartas frente a su hotel incluidas), quien describió su propio trabajo como una combinación de experiencias, comportamientos, temas económicos y políticos, interacción física y mental, forma, visión y comprensión de las culturas contemporáneas con la inversión, el mercado, facilitación de producción, diseminación, crecimiento, distribución, mantenimiento, servicio, calidad y temas ecológicos y de sustentabilidad; todo esto para generar “una cultura visual y la experiencia humana contemporánea”. Como su página web lo indica, su negocio es “el negocio de la belleza. Cada negocio debería ser totalmente consciente de la belleza pues ésta constituye una necesidad colectiva del ser humano”.
En otras palabras, Rashid invierte su creatividad en la producción masiva de bellos productos, que van de floreros, basureros o sillas a identidad empresarial e interiores extravagantes. Su perspectiva es la de que el diseño no se trata de resolver problemas sino de un riguroso embellecimiento de lo que ya existe. No sorprende entonces que el trabajo de Rashid resultara en esta actividad un tanto fuera de contexto.
En países como los nuestros donde aún quedan demasiados problemas por resolver el papel del diseño es otro. Al menos debería serlo. Así, la creatividad respondería a facilitar circunstancias, llenar vacíos, mejorar la vida de las personas, hacerlas pensar detenidamente en las circunstancias. La belleza tiene lugar, sí, pero detrás de ella debe haber una intención más profunda que la belleza en sí, y esta debe tener coherencia con la cultura a la cual se dirige. En nuestro caso los objetos hermosos de Rashid parecen más bien elementos que nos hacen olvidar el tedio y la problemática real de nuestros países.
En relación a este tema, otro expositor en el FID, el austriaco Stefan Sagmeister, conocido por diseñar las portadas de los discos de las bandas más sobresalientes de los últimos años, trató de conciliar la competitividad del mundo comercial con sus propios intereses creativos y de impacto social (si bien estos siempre se dirigen a una campaña publicitaria). Su proyecto personal “Happy Film”, con el que lleva trabajando varios años, fue presentado en relación a su filosofía de vida, en la que ha repartido sus años de jubilación dentro de sus años de trabajo, tomando un año sabático cada 7 años. Asimismo sus proyectos de tipografía conformando frases “inspiradoras” con las que ha cubierto las grandes ciudades. En su charla buscaba transmitir nuevas formas de ver al mundo e inspirar a tomar acciones diferentes en nuestras vidas.
Hijo de una activista y nacido en Australia, David Droga, también como parte de invitados del FID, era consciente de que en el ambiente del diseño uno siempre se topa con el dilema de ambiciones de éxito vs. trabajo consciente o humanitario, pero aclaraba que en el diseño se puede hacer ambas cosas. Aprovechar las similitudes; valores generales, necesidades generales, verdades humanas. Indicaba que no pretende ser experto en nada pero está interesando en esos elementos humanos a la hora de comunicar. En sus palabras, la mejor publicidad es la que te hace pensar, interactuar y actuar. La creación debe ser bella e inteligente pero a la vez inspiradora para el público.
En su libro La Metamorfosis, Kafka decía: “Yo no leo anuncios. Pasaría todo el tiempo queriendo cosas”. En el mundo actual parece no haber escapatoria de la publicidad ni de querer cosas y el mundo del diseño es uno de esos grandes responsables. Ji Lee, diseñador, comunicador de Facebook y panelista del FID, por su parte planteaba ir más allá de ello con sus trabajos personales, como Bubble Project, en el que colocó burbujas de diálogo, como las de los cómics, sobre publicidad impresa, instalada en las ciudades, y en su momento decidía darle lugar al público a intervenirla, logrando un espacio de reinterpretación y reflexión. Su charla impartida en el FID resultó una de las más aplaudidas pues su apertura y su capacidad de conexión social era la más clara.
La diseñadora de tipografía Jessica Hirsh, no obstante, explicaba que su trabajo tiene un gran mercado en los Estados Unidos y Europa y que notaba que aún es necesario que en Centroamérica nos eduquemos sobre el papel que tiene el diseño de alfabetos y su importancia. “La comunidad del diseño es muy entusiasta respecto a mi trabajo” agregaba, además de afirmar que su trabajo es un “trabajo feliz”. Esta diseñadora ha logrado vender sus diseños de alfabetos alrededor del mundo, incluyendo el diseño de los títulos de la última película del reconocido director Wes Anderson. Sin embargo su charla no dejaba de tener un gusto un tanto superficial, al igual que su trabajo. O quizás es que desde nuestra perspectiva, y como dice ella, aún nos queda mucho por recorrer antes de entender o necesitar sus creaciones.
Entre otros invitados del FID, por ejemplo, se encontraba el arquitecto brasileño Ruy Ohtake, la diseñadora de modas Leanne Marshal, el arquitecto Carlos Martínez Gensler, el diseñador gráfico Eduardo del Fraile, el artista costarricense Federico Herrero, Bala Estudio de México, Raphael Abreu de Brasil, Benjamín García Saxe (acreedor del premio “La Mejor Casa del Mundo” del World Architecture Festival 2010) y el animador y director artístico Carlos Argüello de Guatemala.
Al lado de un sinnúmero de necesidades y problemas que aún hoy las sociedades enfrentan, no sólo en nuestra región sino alrededor del mundo, tales como el calentamiento global, la educación, el servicio médico, la seguridad, el acceso al agua potable, etc. el diseño y su poder de comunicación se ha hecho de un espacio primordial y debemos aprovecharlo como tal. Quizá esto suceda una vez que las sociedades empiecen a encontrar su alimento espiritual y su felicidad más allá de poseer cosas. Cuando nuestra vida no necesite estar conformada solamente por pequeñas experiencias, muchas veces insignificantes; antes de que terminemos de ahogarnos en el mundo de la imagen mientras el resto sigue en crisis.
Versión completa de la publicada en Revista RARA, abril 2012
Imagen: Jessica Hisch